domingo, 11 de noviembre de 2012

UNA PERRA LLAMADA MIÉRCOLES


JM y L. estuvieron este puente en un lugar llamado Ávila, donde vive ahora su amiga A. (y mía también pues es seguidora de mi blog) tras casarse. A Ávila se fue, pues, cómo no, con su perra Olimpia. El cambio para Olimpia ha sido importante, pues ahora no vive en un piso en Madrid, sino en un bonito chalet en un entorno campestre en el que puede refocilarse a sus anchas, aunque imagino que habrá notado también el intenso frío que puede hacer en la elevada zona donde se alza la ciudad. Seguro que se consuela en el jardincito de la casa, donde escarba y escarba, desbaratando los bulbos que planta G., el marido de A., hasta haberse despellejado el hocico. Debe, asimismo, acostumbrarse a compartir sus dominios con otro animal doméstico, una pequeña gata que vaga furtivamente por la casa, y a la que Olimpia observa, tumbada en el suelo cuan larga es, con el rabillo del ojo. Pero, sin duda, uno de los cambios más importantes ha sido el onomástico, pues G. (al lado del cual Job parecería un histérico), la llama miércoles, pues siempre está en medio; efectivamente, se la encuentra apostada en mitad de la cocina, relativamente indiferente a las idas y venidas de los habitantes de la casa. Con tus doce años, querida Olimpia, eres la abuelita de la casa, espero que te sigan cuidando tan bien y que tengas aún una larga vida. Guau.





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