Es como para acojonarse; el otro día me metí con JM en el mercado, y se me ocurrió levantar la vista. El panorama me dejó helada: sobre los aleros del edificio había un auténtico ejército de gaviotas, pendientes de los desperdicios que amontonaban los tenderos ya en la proximidad de la hora de cierre. Inopinadamente, dos o tres pájaros de mal agüero se abalanzaban sobre un despojo llenando el suelo del batir de sus amplias alas y de sus graznidos inquietantes y violentos. Me sorprende que los humanos, con lo dados que son a controlarlo todo, dejen campar a sus anchas a estos bichos de ojos inexpresivos, y, por el contrario, mantengan encerrados a otros pájaros, estos sí encantadores, que no hacen más que cantar y producir armoniosos trinos. Otro motivo más para desconfiar de esa racionalidad que presuntamente caracteriza a los humanos. Guau.
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A mí me ponen muy nervioso porque son muy atrevidas... ¡y me asustan! hacen mucho jaleo!!!
ResponderEliminarGuau...guau...Besitos,amiga Quequi.
Ay Quequi, sois todos iguales. El otro día se nos coló un pájaro en la terraza, el pobre no hacía ni ruido me enteré por el escándalo que montó Tuca (una maltés de 2 añitos) entre asustada e indignada con el intruso que se le había colado en casa.
ResponderEliminaramigo Byron, son unas escandalosas y tienen muy mala leche.
ResponderEliminarBesitos.
Ay, ¡es que hay que pedir permiso para entrar en casa!
ResponderEliminarSé bienvenida.
Hola Quequi, a mí tampoco me gustan las gaviotas, me ponen de los nervios aunque yo prefiero que sigan a su libre albedrío, en una jaula prefiero a un lindo y agradable pajarito y no a una ruidosa y fea gaviota... Buf.
ResponderEliminarBesitos.
Sobre gustos no hay nada escrito, querida Campoazul. Además, para la gaviota haría falta una jaula bien gradota... Besitos.
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