Los humanos le dan mucha importancia a la higiene dental; así, veo a JM y a L. en el cuarto de baño con la boca llena de una especie de espuma (la primera vez tuve miedo creyendo que tenían la rabia), y frotándose los dientes como posesos con un cepillo. Lo malo es que una vez por semana JM coge un cepillito que se ajusta al meñique y me somete a una tortura similar. Afortunadamente, en casa de V. ésta no se gasta esas mariconadas y me da lo que ella llama "trencitas", y que son unas barritas antisarro. Yo las agarro, y me puedo tirar horas y horas en el sofá mientras me decido a comerlas. Estoy pensando quizás en dejarlo viendo lo fea que me pongo mordisqueando la golosina, y me acuerdo de Atenea, que después de inventar la flauta la dejó porque vio que se le hinchaban los carrillos soplando, y se encontraba muy fea. A ver si me podéis sacar de este dilema, queridas amigas y amigos.
Tengo dos nuevos seguidores, ¡bienvenidos, amigos de Omán y de la Fuerza! (Tiembla, JM).
Tranquila Quequita que es imposible que te pongas fea mordiendo la trencita, al contrario tus dientes brillaran tan blancos que serán la envidia de todos tus conocidos de paseos.
ResponderEliminarBesitos.
Querida Campoazul, me levantas mucho el ánimo, y ya les enseñaré dientes, que sé que les jode (Pantoja "dixit").
ResponderEliminarBesitos.